Ocho claves sobre el Quinta Ruban
- Diego Montoya
- 12 feb 2019
- 2 Min. de lectura

Glenmorangie ofrece un single malt de las Highlands escocesas que considero sobresaliente. Estas son las razones.
Su maduración de 14 años se reparte así: 11,5 años en barricas de roble americano exbourbon (primer y segundo llenado) y, luego, 2,5 años adicionales en otras barricas que contuvieron vino de oporto (primer llenado).
Las notas resultantes de lo anterior son evidentemente más complejas que las de otros whiskies más costosos. La experiencia será solo suya, pero la mía incluye, en nariz, una sensación intensamente floral combinada con algo sutil pastelero, quizá una crema dulce y avainillada de fresas con agrás. Hay también algo herbal. La textura en boca no es ligera. Al revés: está llena de mensajes. Ahí se me revela su publicitada nota de chocolate oscuro con cítricos. No es únicamente “luminoso” —como le digo a los whiskies más frutales, digamos el Arran 10—, sino que tiene una que otra capa oscura, intrigante.
Para entregar lo anterior ayudan sus 46 % de ABV, que no atacan sobremanera. Está embotellado sin haber sido filtrado en frío.
El nombre de la expresión viene del universo del oporto: las “quintas” son las fincas vitivinícolas de Portugal donde este vino fortificado se elabora en un área demarcada por denominación de origen en el valle del río Duero. “Ruban” se refiere a uno de los tipos existentes de ese producto: el Ruby, de rojo intenso. Madurado sin oxígeno, este conserva la frutalidad de la uva, cosa que se percibe en el whisky resultante.
Las barricas para el finish se han dividido en dos: una porción en ‘pipas’ (de casi 600 litros) y otra en barriques de origen francés (225 litros). Recordemos: entre más pequeño el recipiente, más líquido tiene contacto directo con la madera de la que recibirá cualidades.
El Quinta Ruban hace parte de las tres botellas del core range de la destilería que, además de maduración —momento hasta el que llega la expresión The Original, con 10 años en barricas exbourbon—, tienen finalizado. Las otras son Lasanta, terminada en barricas de jerez oloroso y Pedro Ximénez, y otra espectacular: Nectar D’Or, que pasó por barricas de vino sauternes.
¿Cuál es el sello organoléptico de la destilería? Además de los finalizados, de los que son precursores, son determinantes sus alambiques de cobre. Tienen una bomba de reflujo que retiene compuestos con notas más amargas o pesadas, para que pasen solo las ligeras, frutales y dulces. Luego, estas son acentuadas por los cuellos de alambiques más altos de Escocia, garantía de delicadeza y frutalidad.
De hecho, son tan altos como una jirafa adulta. La destilería adoptó a ese animal como símbolo y apoya programas para su conservación.
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